La mayoría de directrices de salud pública se centran principalmente en la promoción de la actividad física y el ejercicio aeróbico, lo que mejora la capacidad cardiorrespiratoria y tiene cierto efecto sobre la composición corporal. Sin embargo, cada vez hay más evidencia científica que demuestra que el entrenamiento de la fuerza afecta profundamente al sistema músculo-esquelético, contribuye al desarrollo y mantenimiento de capacidades funcionales, previene la osteoporosis, sarcopenia (pérdida de masa muscular), dolores lumbares y otras discapacidades derivadas de un cuerpo “débil”.
Las investigaciones más recientes demuestran que el entrenamiento de la fuerza puede afectar positivamente a factores de riesgo como resistencia a la insulina, metabolismo basal, metabolismo de la glucosa, presión sanguínea, grasa corporal o tránsito intestinal, lo cuales están asociados a diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer. Al parecer, dichos beneficios podrían obtenerse con 2 sesiones semanales de unos 20 minutos de entrenamiento.
Un entrenamiento de fuerza eficiente utilizará principalmente ejercicios resistidos multiarticulares, siempre cuidando la técnica y con la resistencia acorde al perfil y objetivos de cada persona.
Reduce el riesgo de padecer:
Enfermedades cardiovasculares (el corazón es un músculo, al hacer fuerza, la presión arterial provoca que el corazón tenga que bombear con más fuerza).
Diabetes y problemas derivados de la insulina (favorece la sensibilidad a la insulina).
Hipertensión.
Cáncer de mama (contribuye a la reducción de estrógenos).
Osteoporosis (aumenta la densidad ósea).
Síndrome premenstrual.
Mejora del colesterol en sangre (HDL ⇑ / LDL ⇓).
Reduce el estrés y la ansiedad.
Fortalecer los músculos te hará más fuerte y resistente para el desarrollo de cualquier actividad cotidiana (llevar cargas, subir escaleras etc.), te sentirás con más energía y te servirá para potenciar cualquier modalidad deportiva. Incluso para aquellos interesados únicamente en deportes que impliquen mayormente capacidad aeróbica, como maratones por ejemplo, trabajar la fuerza les hará más eficientes en carrera.
Trabajar los músculos en su rango completo de movimiento te hará ganar flexibilidad y te otorgará una flexibilidad global que reduzca las probabilidades de padecer lesiones como tirones o dolencias musculares (el dolor lumbar es un claro ejemplo de debilidad muscular).
La musculatura implica músculos => tendones => ligamentos => huesos. Parece evidente que trabajarla te hará más resistente y por consiguiente, menos propenso a lesionarte.
Ganar músculo y perder grasa es la forma de “estilizar” tu figura. A diferencia del ejercicio aeróbico, el anaeróbico o de fuerza, incrementa el metabolismo, lo que permite quemar más calorías mientras estamos en reposo.
Consigue unos músculos tonificados y evita la atrofia muscular.
La postura que adopta nuestro cuerpo cuando nos sentamos o estamos de pie viene determinada por la estructura que forman nuestro cuello, hombros, espalda, caderas y músculos abdominales. Una musculatura trabajada implica salud postural en cualquier posición que adoptemos, balance corporal y estabilidad.
A medida que vayas percibiendo cambios físicos positivos en tu cuerpo y desarrolles una buena rutina regular de entrenamiento, tu habilidad para lidiar con el estrés mejorará. La fatiga muscular asociada a un buen entrenamiento de fuerza te ayudará a dormir mejor, más profundo. Estudios clínicos sugieren que la práctica habitual de ejercicio es uno de los mejores mecanismos para gestionar el estrés.
¿No parecen estos suficientes argumentos como para plantearse introducir entrenamientos de fuerza en tu rutina de ejercicio físico?